En el año 2003, Angola vivió una crisis humanitaria enorme cuando posterior a finalizada una guerra civil de más de 30 años, la población tuvo libre movilidad y busco ayuda. Una emergencia nutricional sin precedentes junto con múltiples accidentes de minas eran los escenarios de salud más frecuentes.
En una ocasión llegando a una comunidad, nos tocó la titánica tarea de trasladar los casos con mayor vulnerabilidad en salud. Todos se aglomeraban y deseaban subir al camión y ser trasladados. Una señora pidió ser trasladada y tuve que decirle que no porque comparada con otros que estaban con mayor vulnerabilidad ella estaba relativamente bien.
En mis manos estaba su destino…En mi decisión estaba en juego que esa mujer se quedara sin alimentos al menos 1 semana más y al regresar posiblemente si podría darle un pase para ser trasladada, pero también podría haber muerto… de inmediato me tomó por el brazo y fijamente me dijo: “¿Vea doctora, usted cree que estoy bien?” Me desarmó y solo me retiré a la cabina del camión y sumamente congojada pedí a mi ser superior…A mi Dios… que no deseaba más jugar a ser Dios.
Era una emergencia y como en todas ellas sucede, las necesidades sobrepasan los recursos. Se debe jugar a ser dios y decidir bajo criterios claros y éticos quienes serán los primeros y quienes deberán esperar. No hay otra forma y menos si los contextos son precarios y desde antes de la emergencia los sistemas de salud están desbordados y los recursos son limitados.
El coronavirus vino a poner en jaque a todos los sistemas de salud del mundo, quienes sin recursos muy poco pueden correr sobre la marcha y expandir sus servicios a la velocidad con que se deseara.
Recordemos que las demás enfermedades siguen su curso. Que los enfermos crónicos, es decir, aquellos bajo control médico desde meses y quienes se encuentran bajo un tratamiento siguen ahí con su enfermedad, controlados, pero aun con su enfermedad. La salud pública tiene su propio curso y no debemos olvidar que podemos ser presa de otras epidemias llámese dengue, sarampión, tuberculosis y así muchas más dependiente de la zona donde habitaremos.
Nos queda confiar en que nuestros sistemas de salud harán lo mejor que puedan con los recursos con que se cuenta. Que los políticos dejaran de lado sus diferencias y trataran de trabajar en equipo. Que los influyentes no se sentaran a ver expectantes, sino que propositivamente actuaran y trataran de apoyar.
Ahí es donde debemos de reflexionar sobre que tanto yo desde mi esquina estoy aportando o solo aun viendo de lejos como los demás de tropiezan. Es momento de ser proactivos y pensar que al final estaremos afectando a quienes al frente de la situación les toca en el día a día atender a los necesitados, a los más vulnerables, pero también a los héroes anónimos que están en primera fila tratando de hacer lo mejor.
Tratemos de hacer historia personal y preguntémonos como yo puedo contribuir y participar de esta historia.