Las relaciones humanas suponen reciprocidad: DAR Y RECIBIR. A algunas personas les resulta fácil dar, a otras; recibir. Hay personas a las que les cuesta dar, mientras que a otras les cuesta recibir. También se da el caso de quien nunca deja de pedir. Todo lo que demos o hagamos por él, nunca le parecerá suficiente. Puede que ello se deba a un sentimiento suyo de incompetencia o de haber tenido un destino injusto en la vida.
Dar y recibir también nos encontramos con el que da con la mano cerrada, como si le doliera hacerlo. En la relación amorosa con esa persona, no obtenemos una satisfacción verdadera, ya que sentimos que tiene más para ofrecernos, pero que se lo guarda. Tal vez lo hace por timidez y vulnerabilidad o por miedo a que rechacen su amor al haber sido ya herida en el pasado o por no saber de qué forma dar.
Finalmente, también es posible que conozcamos a alguien a quien le cueste mucho recibir. Le hacemos un regalo y obtenemos un “GRACIAS” mecánico. Es posible que ni siquiera lo abra y, con toda seguridad, no lo usara ni lo exhibirá. Estos son ejemplos de desequilibrios exagerados en las relaciones. Pero, al igual que casi todos nuestros actos, la forma equilibrada y “sana de dar y recibir también puede aprenderse”.
Dar es un acto de generosidad, damos amor de muchas y diversas maneras, expresándolo con frecuencia de forma material o con detalles. En nuestra relación con los demás, debemos saber cómo, cuándo y que dar.
A menudo tenemos inclinación a dar lo que nosotros mismos querríamos recibir. Pero esta actitud es egocéntrica, pues ignora el verdadero sentido de la generosidad, que consiste en dar lo que los otros necesitan o quieren.
Para recibir, tenemos que estar abiertos, atentos, ser apreciativos. Por el bien de nuestra salud psicológica así como por la mejora de nuestras relaciones, debemos aprender a alcanzar un buen equilibrio entre los actos de dar y recibir. Cuando logramos el equilibrio en nuestras relaciones, alcanzamos en realidad nuestro equilibrio personal: alimentamos las virtudes de la empatía, la generosidad, la compasión y la humildad, y aprendemos a amar a los demás y a la vida misma.